domingo, 17 de febrero de 2013

La pelota


Ahí está, entre 22 guerreros, en el centro del campo, esperando a que todo dé inicio. Aunque no parece, tiembla y no lo hace de la emoción; está temerosa, pues sabe que en breve la patearán, fuerte o suavemente, pero la patearán, la estrellarán contra postes de hierro o contra redes como si fuera un pez, la estrellarán contra vallas publicitarias, fotógrafos y espectadores. La estrellarán y seguirán estrellando, pues ese es su penoso trabajo.

Ella sabe que debe tener el mejor estado físico, pues si alguien con un alma pura no la rescata, seguirá corriendo noventa minutos por toda la cancha. 

Ella sabe que no se debe entregar a sus pasiones, que debe ser imparcial, aunque siempre es complicado, porque a veces su trabajo le da el triunfo injustamente al que menos ha hecho, pero ella no es quién para decidir eso, ella sólo está para que la pateen.

Ella sabe su importancia, es el único elemento sin el que el fútbol deja de existir, pueden no haber canchas ni estar los jugadores completos, incluso pueden faltar espectadores o árbitros, pero ella no puede faltar.

Ella emula al mundo, ella es la dueña del mundo, ella es el mundo para todos aquellos que viven por el fútbol. 

Ella es amada, aunque la cojan a patadas. Esa es la forma de demostrarle cariño, aunque a veces, cuando se va a cobrar un tiro libre o una pena máxima, el cobrador la acaricia y le da un par de besos. Incluso los arqueros la abrazan, la acarician y también le dan besos.

Ella es la codiciada, la reina del juego, su belleza está en su gordura, aunque este mundo diga lo contrario y los nuevos cánones de belleza dicten que la delgadez es la que manda, pero ella se mantiene firme, gordita, pues si no lo fuera no serviría y nadie la querría. 

Es bella, es brillante, es obediente, por eso 22 hombres cada fin de semana se pelean por ella.

Ella es feliz haciendo su trabajo, aunque tiemble al empezar, pues un trabajo como el suyo a cualquiera le daría temor, pero ella es valiente y aguanta 90 minutos y a veces más, dando vueltas y dejándose pegar.

Hoy es complicado encontrarla en su monocromático y melancólico vestido que le dio el apodo cariñoso a forma de adjetivo de «La Pecosa». Hoy se viste de colores para la fiesta de la que es protagonista. Ya no se viste de cuero como antes, se viste de telas más elegantes que mil estudiosos le ponen para que se haga más exacta, para que su trabajo sea mejor y sea más querida.

Cada domingo o cada que hay fútbol en el mundo hay una reina redonda parada en el centro del campo esperando a que 22 guerreros, o menos, se peleen por ella y que, al tocar las redes, arranque lágrimas y sonrisas, no sólo de los guerreros, sino del mundo entero que ama el fútbol. Siempre hay una simple y redondita reina esperando para arrancarle sentimientos al mundo entero.

Biofiloaeda


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