viernes, 30 de octubre de 2015

Confesión de amor en clave musical

Mira, te voy a ser sincero: la gente va llevando un ritmo establecido, un simple beat que no puede cambiar porque se le desarmoniza el mundo, pero yo soy muy torpe para aprender a entrar a tiempo sin destruir el compás. Entonces, esas personas, cuya canción me gusta y de la que me encantaría hacer parte, me echan a patadas porque mi beat está un poco loco e incontrolable: algunas veces va en allegro, pero pasa a adagio sin pasos previos. Todo se me vuelve un desorden, les desordeno a ellos la música y prefieren mandarme a tocar un blues sobre el humo de un cigarro triste, a pesar de que mi música les parece bonita.

Mira, voy a continuar con la sinceridad. Ya sé que piensas que no sabes para dónde va esto. Ya te lo aterrizo, no te preocupes: a mí me gustaría entrar en tu partitura, pero no encuentro un silencio adecuado, no logro hallar el espacio correcto y no quiero dañarte la música, que me quites el instrumento y que me impidas para siempre escuchar, aunque sea desde lejos, las bonitas notas de la sinfonía de tu vida.

Sin embargo, si te compadecieras de mí y mi torpeza, le podrías bajar un poco al tempo para darme una oportunidad de subir a tu tren de cinco líneas. 


Pero ahí no acaba todo. Ya te dije, soy muy torpe. Entonces, mientras me adapto, tomo tu ritmo y tú vas sumándote al mío, deberías tenerme un poco de paciencia, mantenerte con el tempo lo más lento que puedas y aguantar que te desordene un poco la cosa, porque todavía el lenguaje de las partituras no lo entiendo bien. Entonces, tendrías que explicarme despacito y esperar que donde va una corchea yo te ponga una blanca o un silencio y todo se enrede... pero no te desesperes, que aunque me demore, yo aprendo, lo prometo.

Luego, una vez logre entenderlo y adaptarme, podremos ir creando armonías juntos, subiendo el tempo, mejorando el ritmo, cambiando notas y acordes. Todo juntos. Y yo te pongo un abrazo en clave de fa y tú me das esa sonrisa en clave de sol que me alegra los días, aunque no lo sepas. Y así, hasta que se desafine la orquesta, para poder afinarla de nuevo a besos, mientras te pones las gafas porque tienes sueño, aunque a mí me gustes con ellas y sin ellas.

martes, 31 de marzo de 2015

Disparando soledades

A mí la soledad no me mata,
yo mato por la soledad.
Busco excusas y voy disparando
sin importar el daño
que finalmente no daña
porque nadie pierde nada
si me pierde a mí.